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domingo, 9 de diciembre de 2018

1.723 'chalecos amarillos' detenidos en Francia



Las fuerzas de seguridad del Estado han detenido sólo en París a 1.385 de chalecos amarillos de las tendencias radicales, de extrema derecha, extrema izquierda y barrios periféricos, intentando evitar una batalla campal en varios barrios emblemáticos de París. En el resto de Francia se han multiplicado los cortes y bloqueo de carreteras y autopistas, con un total 125.000 manifestantes (10.000 de ellos en la capital), sin incidentes llamativos, durante las primeras hora de la jornada de movilizaciones del sábado. En total, se han reportado al menos 71 heridos entre los manifestantes, 7 entre los agentes. En París, el Ministerio del Interior ha respondido al riesgo de tensión con los chalecos amarillos de muy diversa tendencia con un despliegue «disuasivo» muy espectacular. El Arco del Triunfo, profanado la semana pasada, está «protegido» con medio centenar de coches blindados y un despliegue impresionante de fuerzas anti disturbios.

Chalecos amarillos junto al Arco del Triunfo.

El saldo de la nueva jornada de protestas era, al caer la noche del sábado 08/12, de 125.000 manifestantes en toda Francia, de ellas 10.000 en París, anunció el ministro del Interior, Christophe Castaner. El responsable de la seguridad también se felicitó por un dispositivo policial que resultó en 1.723 personas detenidas en todo el país, de las cuales 1.220 fueron puestas bajo custodia en comisaría, según el último balance de la noche de Interior. La cifra de heridos llegó a los 264, de los que 39 eran policías, aunque ninguno de gravedad.

“Estamos aquí para que nos oigan, la violencia no va a resolver nada, pero tienen que comprender que estamos hartos”, decía en los Campos Elíseos una desempleada.
“No es una buena idea venir aquí hoy. Pero quedarse en casa ayuda a Macron”, opinó alguien de la periferia de París.
El problema de una Francia que “no llega a fin de mes”viene de lejos, reconocía, pero el presidente Emmanuel Macron “ha hecho reformas demasiado rápido” y sin tener en cuenta al pueblo, coincidieron varios.
Los chalecos amarillos debían demostrar que, tras 4 semanas de protesta, siguen contando con fuerza para presionar al Gobierno de Emmanuel Macron, quien dió marcha atrás a su intención de aumentar el precio del combustible, detonante de la protesta, pero al que reclaman más gestos, tanto fiscales como políticos.
La movilización N°4 fue menos concurrida que la de 1 semana atrás, pero sí fue visible en todo el país.
En los choques entre fuerzas antidisturbios y manifestantes, en París y en otras ciudades, hubo al menos 135 heridos –entre ellos, 17 agentes del orden–.
Tal como se había anticipado, se practicaron muchas detenciones, casi 1.400 a última hora de la noche, parte de ellas preventivas. Se arrestó a alborotadores antes de que pudieran actuar y se les confiscó cócteles molotov y otros objetos susceptibles de ser utilizados como armas que llevaban en sus vehículos o en sus mochilas.
Pese a todo, hubo barricadas, quema de vehículos, destrozos de mobiliario urbano y vandalismo y pillaje contra comercios en París, Toulouse, Burdeos, Lyon y Saint-Étienne.
Las autoridades estaban obligadas a combinar el derecho a manifestarse, aunque muchas marchas no estuvieran autorizadas, con el imperativo de impedir una refriega general.
89.000 agentes en todo el país, de ellos 8.000 en París, donde también rodaron una docena de vehículos blindados de la gendarmería y fueron retirados 2.000 elementos de mobiliario urbano suscetpibles de convertirse en armas o barricadas. 
Luego de 3 semanas de crisis, los chalecos amarillos se han convertido en una franquicia que utilizan grupos muy diversos, que sólo tienen en común su rechazo frontal de la política de Macron.
Hay chalecos amarillos «libres», moderados, que denuncian la radicalización.
Hay chalecos amarillos de provincias, tranquilos, que protestan con calma y paciencia cortando carreteras y autopistas.
Hay chalecos amarillos jóvenes que están hartos de tanta protesta sin respuesta ni solución.
Hay Hay chalecos amarillos de clases medias que temen la precariedad.
Hay Hay chalecos amarillos de ultra derecha violenta que piden una «revolución nacional».
Hay chalecos amarillos de extrema izquierda que quieren la «extensión de la lucha».
Hay chalecos amarillos de la 'banlieue' / suburbios, que se han tirado a la calle para «protestar» en el río revuelto de la crisis, el incendio de coches y las llamas de los escaparates.
También hay chalecos amarillos de otras sensibilidades…
El alcalde de Saint-Étienne, Gaël Perdriau, visiblemente irritado, instó a Macron a salir de su encierro en el Elíseo y a dirigirse de una vez a los franceses, a enfrentarse a la crisis y coger el toro por los cuernos.
Perdriau, del partido Los Republicanos (derecha), consideró que el Gobierno se halla “a la deriva” y es el responsable de que la violencia se haya desbordado.
Macron ha decidido no hablar hasta la semana que viene, a la luz de un fin de semana que se presenta inquietante en todos los barrios donde se espera que estallen batallas campales, comenzando por los Campos Elíseos, donde las pintadas, en inglés, anuncian una «sublevación» contra Macron.
El Presidente de la República no ha hablado directamente a los franceses desde que lo hizo el 01/12, desde Ciudad de Buenos Aires, donde participaba en la cumbre del G-20.
Él ha preferido que fuera el 1er. ministro, Édouard Philippe, el que diera la cara ante el país y cargara sobre sus hombros el desgaste de decisiones cambiantes y del desconcierto ofrecido por el Ejecutivo. Se cree que el lunes, o el martes a más tardar, Macron debe recuperar la iniciativa.
No es sencillo para el Presidente dar explicaciones. La supresión de la ecotasa supuso una marcha atrás importante, algo que prometió no hacer. Ceder en otras medidas que exigen los chalecos amarillos, como el aumento del salario mínimo o la eliminación de un impuesto que grava a los pensionistas, significaría renunciar a su programa y hacer casi imposible, en los 3 años que le quedan a Macron en el Elíseo, otras reformas como la de las pensiones, de la función pública y la institucional.
Volviendo a lo ocurrido el sábado 08/12 mano dura no fue disuasión suficiente para los chalecos amarillos que viajaron desde todos los puntos de Francia hasta París. C
En un París barricado y donde habían cerrado museos, monumentos como la Torre Eiffel y teatros, el chaleco amarillo representa el hartazgo contra un Gobierno y un Presidente que, afirman, sigue sin escucharlos y “nos toma por idiotas”.
Lo que comenzó como una protesta organizada en las redes sociales en contra del alza prevista para enero del precio del carburante, se ha convertido en un movimiento nacional cuya lista de reclamaciones no para de crecer. El anuncio de que se suspenderá en 2019 la subida del carburante no aplacó los ánimos. Tampoco el encuentro, el viernes, del primer ministro, Édouard Philippe, con un grupo de “representantes” de los chalecos amarillos. Aun así, el jefe de Gobierno afirmó el sábado 08/12 v que “el tiempo del diálogo ha comenzado y debe continuar”.
El problema, reconocen los mismos chalecos, es que nadie parece ponerse de acuerdo sobre quién representa a un movimiento tan diverso y disperso geográfica y políticamente.
En París marcharon personas de izquierdas como Marc, que votó a Macron para impedir que llegara al poder la ultraderechista Marine Le Pen, o Muriel, que reconocía abiertamente que votó y a la líder del ex Frente Nacional.
El anuncio de que el Presidente volverá a hablar a comienzos de semana tampoco calmó los ánimos.






Fuente Urgente 24 

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